ALBERTO MAYAGOITIA
Quién es
Alberto Mayagoitia es ante todo un ser que vive en la idea de que todos podemos ser mano Dios y hacer algo más por lo demás. Fiel a este principio, es que durante veinte años ha combinado su actividad profesional y empresarial con el apoyo a causas humanitarias a través de lo que mejor sabe hacer que es actuar en un escenario teatral.
Inició como uno de los actores juveniles más populares de su generación participando en producciones tan inolvidables como Chispita, Pobre juventud, Catalina y Sebastián o Como en el cine, en donde compartió pantalla con personalidades como Verónica Castro, Thalía, Lucero o Mariana Levy. Además de participar en varias películas, Alberto tuvo la satisfacción profesional de colaborar en diversos montajes teatrales con personalidades como Silvia Pinal, Enrique Álvarez Felix y Salma Hayek.
Con la llegada del nuevo milenio, Alberto logró una enorme popularidad con el personaje Billy Billetes, fue entonces cuando comprendió el sentido de la expresión la vida es eso que te pasa mientras tú planeabas otra cosa.
En el cenit de su éxito, felizmente casado y con hijos pequeños, Alberto vivió dos sucesos que redefinirían su vida, el primero fue un infarto del que salvó gracias a la ciencia médica, la segunda salvó a su alma al encontrar un texto que iba a definir su hacer actoral para el resto de su vida: Mi Cristo roto.
Mi Cristo roto, serie de dos libros escrita por el padre jesuita mexicano-español Ramón Cué Romano y que se entiende como una profunda parábola, fue para Alberto un recordatorio de los valores fundamentales de Dios y un anuncio de que salvar la vida tenía un sentido: Fortalecer uno de los mensajes fundamentales de Jesús, el amaos los unos a los otros.
La inquieta mente de Alberto hizo caso al llamado de su corazón, adaptó la obra literaria para llevarla a escena y pidió a su compañera de vida y esposa, la maestra Lilia Sixtos, que la dirigiera.
Lo que empezó como un tributo de vida a través de emplear su talento artístico para dar gracias por una nueva oportunidad devino en uno de esos extraños caminos del señor, de repente, Mi Cristo roto comenzó a ser un instrumento de la providencia, o eso parecía, pues un monólogo teatral comenzó a ser un recurso para diferentes causas.
A lo largo de los años, instituciones escolares, parroquias, grupo católicos y organismos internacionales pidieron a Alberto escenificar este monólogo en más de diez países y ante miles de personas que no sólo llevaban consigo un mensaje de amor, esperanza y bondad, sino que contribuían a lograr apoyos económicos para estudiantes de escasos recursos, realizar nuevas edificaciones o restauraciones de templos, sostenimiento de albergues, seminarios para la formación de curas o actividades tan relevantes como las que desarrollan DIFs estatales, la Cruz Roja o los Caballeros de Colón.
20 años después y con más de 800 representaciones, lo que comenzó en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Altar del perdón, ha contribuido a generar una gran cantidad de recursos económicos para la beneficencia, lo cual continuará siendo así hasta que el creador lo permita.
Sin embargo, más allá de la satisfacción de servir al prójimo, Alberto encuentra que lo mejor de todo es saber que con su talento logra construir una realidad teatral que durante dos horas presenta un diálogo entre los mejores propósitos de Dios y las imperfecciones de sus amados hijos, recordando que Dios no tiene hijos favoritos sino que Dios es el favorito de algunos de sus hijos.
Orgulloso egresado de la UNAM, en la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro y tras una exitosa carrera empresarial, Alberto mantiene y renueva su presencia en los escenarios teatrales con la certeza de que aún le queda mucho por aportar al mundo del arte y a la industria artística y se mantiene agradecido todos los días con su público que no lo olvida, muestra de ello son sus video como Soy México que ha contabilizados cientos de miles de vistas y que se convirtió en tendencia obteniendo un notable reconocimiento no sólo por su contenido sino por la virtuosa interpretación de Alberto que brinda así un homenaje a su país.
En tanto, Alberto sigue apoyando a las organizaciones que hacen suyo el precepto de que el amor es la puerta que conduce del egoísmo al servicio y continúa siendo la misma persona de siempre: afable, transparente, leal a los suyos y el tipo de profesional y persona que podría ser el buen vecino del que nadie podría decir nada malo, lo cual no es poca cosa en estos tiempos de escándalos mediáticos y notoriedad a costa de todo, salvo a la coherencia con los buenos principios y valores.
Sergio Palomino
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